Seguidores

lunes, 29 de diciembre de 2014

Hasta pronto, amiga JUEVES.


 Dicen que con la melancolía o con el dolor es cuando mejor se escribe, porque los sentimientos están a flor de piel, pero es mentira. Hace más de una semana que te fuiste y no puedo escribirte nada. Yo quería despedirte dignamente, como hace la gente y contarte mis sentimientos y lo que lloro todos los días porque no estás, pero mis palabras son ahora más torpes que nunca.

Creí que eras inmortal porque el amor hacía que te sintiera parte de mi vida, de mi casa, aunque las canas de tu hocico y tus ya torpes pasos me decían en silencio que aunque tu rabito se movía frenético cuando llegábamos a casa, la hora de partir llegaría no muy tarde. Un día te prometí que cuando estuvieras lista para irte, te acompañaríamos hasta el último aliento, por mucho que me doliese y así lo hicimos. Pero nunca pensé que dolería tanto.

Recuerdo la primera vez que te vimos, en esa triste jaula, en una destartalada tienda de animales. Entramos para sacarte un ratito de allí y ya no volviste a entrar jamás, porque nos enamoramos allí mismo. No tenías raza, ni la necesitabas, ni siquiera sabíamos si eras macho o hembra, pero lo que sí sabíamos era que ya eras parte de nuestra vida. ¡Y vivimos tan bien! Jugaste tanto, viajaste junto a nosotros, te bañaste en decenas de payas, corriste por decenas de parques, conociste a decenas de amigos... creo sin temor a equivocarme que has sido la perra más feliz que he conocido.

Me sorprende como todo el mundo te quiere tanto, algunos dirán que solo eras un perro, verdad? Pero lo cierto es que no te sentimos así, amiga.

El dolor me llega a ahogar cuando metemos tu cunita en una bolsa para lavarla y guardarla. No sé si es que es pronto o si es que nunca estaré preparada, pero recojo tus cosas, tu plato, tus juguetes, tu manta, y no puedo dejar de llorar.

Uno de los momentos más duros para mi fue cuando nos montamos en el coche. Te envolví en la manta y salimos del barrio. Ese barrio que es tan tuyo como nuestro y que no sé con qué derecho te he prohibido volver. Porque he tomado la decisión de no hacerte sufrir y que te vayas al otro lado del cielo durmiendo. Ese momento en el que sales del barrio para no regresar y que jamás volverás a correr por sus calles, ni a oler despacito el prado mojado que tanto te gusta, ni las esquinas de los edificios, esos que huelen tan bien. Ese momento en el que envuelta entre mis brazos te siento tan débil como una hoja, y te abrazo fuerte para que me perdones aunque tus sentimientos inocentes ni siquiera sopesan la culpa. Por eso te quiero tanto.

El sol te cegaba los ojos, ya prácticamente ciegos. Es curioso como el cielo no entiende al ser humano en su dolor y al saberte cerca se pone contento, de ahí ese espléndido sol que pareciera una broma en pleno mes de diciembre. Porque quisiste partir 5 días antes de nochebuena, aunque no te culpo, a mi tampoco me gusta la navidad.

 Sé que no estoy loca cuando te veo de refilón por casa, aunque cuando miro ya no te veo y me sonrío porque sé que estás a mi lado corriendo, como antes cuando eras jovenzuela y te subías de un brinco a las rodillas de cualquiera que quisiera compañía canina. Sé que no te vas a ir nunca de nuestro lado, porque tu alma es tan grande que lo ocupa todo. Siempre estarás corriendo por la orilla de la playa, lo puedo asegurar, y te veo por todas partes en la cara de otros perros.

Sabíamos que ese día sería el último. Casi a punto de cumplir 17 años, te desplomaste en el suelo de la habitación y ya no te pudiste levantar más, tu mirada nos pedía a gritos que te dejáramos marchar.  

Quisimos despedirnos de ti tranquilamente, porque no queríamos que tu adiós fuera precipitado, sino una transición, un hasta luego, un "gracias por todo".Habías agotado tu tiempo y ahora era el momento adecuado para descansar. Aunque fuera lo más difícil que hayamos hecho jamás, también fue lo más honesto y valiente. Por ti fuimos capaces de estar serenos en tu último suspiro aunque el temblor de mis piernas y el pecho aplastado por el dolor casi me impidiera mantenerme en pie.

Te abracé hasta que tu cuerpo cansado se transformó en muñeco, te besé hasta que el latido desapareció de tu ser, poco a poco. Es indescriptible el vacío que se siente de repente, cómo en lo que tarda en hacer efecto el veneno que te arrastrará de mi lado puedo recordar toda la felicidad que nos hiciste sentir.

 Y te fuiste en silencio, sin molestar, casi sin darme cuenta, tal y como viviste todos éstos años, sin hacer daño, pero doliendo a la vez. Y esa extraña percepción de tranquilidad y terrible incertidumbre de saber que hacemos bien pero que no por eso te quiero ver marchar.  Solo te dormiste en nuestros brazos, entre besos y caricias, y en ese instante no había nada en el universo que fuera más importante que tu.

Solo te dormiste en el paraíso de las playas, de parques, de camas mullidas, de muñecos para mordisquear, de tus amigos, la Pelu, la Chuli, Ringo y Bobi, Zoe y un enorme arco iris que brillará siempre que quieras deslizarte por él.  Nosotros estaremos aquí, no sé por cuanto tiempo porque en éste mundo tan malo solo estamos de prestado, pero cuando nos toque pasar al otro lado del cielo, sé que estarás ahí moviendo tu colita y saltando a los brazos para lloriquear de contenta por volvernos a ver.


 Tú y siempre tú, Jueves, serás mi perrína chiquitina.
 Tú y solo tú, Jueves, serás mi gatita linda.
 Tú eres Jueves. Mi perra, Para siempre.

Manoleritina.
Mila.